La prudencia marca el primer día sin mascarillas en Málaga

MATÍAS STUBER

Fue un sábado en Málaga como sacado del folleto de una agencia de vacaciones: las terrazas del Centro empezaron a llenarse desde primera hora de la mañana. Camareros transportaban bandejas con churros y se escuchaban otra vez comandas en inglés. Resulta difícil saber lo que era más embriagador: si el olor a café recién hecho o la luminosidad de un cielo como contadas ciudades de Europa pueden ofrecer. Para más fortuna, por la noche, la Eurocopa volvía con las primeras eliminatorias para poner fin a varios días sin que rodara el balón. Hubo en esta recuperación de la alegría colectiva un elemento que siguió formando parte de la imagen de esta ciudad. Al menos, por ahora: la mascarilla. El símbolo más visible del drama vivido a causa del coronavirus se resistió a abandonar los malagueños o, dicho de forma más precisa, los malagueños se resistieron a abandonar las mascarillas. Es la principal enseñanza que dejó este 26 de junio, el primer día sin obligatoriedad de llevar el tapabocas al aire libre, desde que su uso se impuso hace trece meses para frenar el avance de los contagios. «Miedo» y «prudencia». Fueron las palabras más empleadas por los malagueños que expusieron sus motivos para seguir con la boca tapada en vez de volver a lo que había antes del coronavirus.

No es que no hubiera nadie sin mascarilla por el Centro y por los barrios. Algunas sonrisas sí se dejaron ver otra vez sin la necesidad de intuirlas detrás de un trozo de tela. Solo que, a tenor de lo visto, seguirán siendo una minoría durante los próximos días o semanas. La ciudadanía ha vivido meses durísimos y esos recuerdos siguen en las cabezas. Razón, entre otras, por la que no resultó tan sencillo dar con testimonios de personas que habían optado por respirar aire que no estuviera filtrado.

Uno fue el ofrecido por Mari Carmen Valdivia, una vecina de El Perchel que paseaba en dirección al Teatro Cervantes. «Me siento un poco como si hubiera olvidado algo. O como si estuviera haciendo algo mal. Creo que, psicológicamente, aún nos queda mucho que recuperar», resumió sus sensaciones. El sentimiento de cierta incredulidad, así suele pasar, acompaña el final de cualquier pesadilla.

Un 20 de mayo de 2020. Ese fue el día en el que se publicó en el Boletín Oficial del Estado el decreto que dictaminaba el uso obligatorio de la mascarilla en España. Un tiempo que se ha hecho largo para todos y eterno para muchos, en el que también ha dado lugar a pasar por estados de ánimo de todo tipo. Plantear preguntas a las que no se sabía muy bien si se quería conocer la respuesta. ¿Será la vida con mascarillas una vida para siempre? El día de ayer demostró que no lo será, pero que la mascarilla se resistirá a caer. José Antonio García y María José Luque, un matrimonio de Arroyo de la Miel, explicaron que no tienen miedo porque ambos tienen la pauta completa de la vacuna, pero que, en cualquier caso, sería preferible mantener la prudencia. «Creo que es mejor llevar la mascarilla de momento. Sobre todo, en los lugares en los que hay mucha gente», argumentó José Antonio. «Si hemos estado tanto tiempo con la cara tapada, no importa aguantar un poco más», apostilló su mujer.

La prudencia marca el primer día sin mascarillas en Málaga

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Todo lo sucedido en torno a la mascarilla sintetiza muchos aspectos de esta pandemia. El caos inicial en la adquisición de los tapabocas. Reconvertidos en objetos de especulación, retrataron la actitud titubeante y de inseguridad que mostró el Gobierno central en la gestión inicial de la pandemia. La lucha contra el agente patógeno ha tenido su efecto directo en la forma en la que se ha llevado (o no) el tapabocas: doble o triple capa, FPP2, como accesorio en la muñeca o por debajo del mentón. La mascarilla ha polarizado desde el minuto uno.

Al miedo y a la prudencia se unieron este sábado los mensajes contradictorios lanzados desde la esfera política. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el anuncio del fin de la mascarilla al aire libre, ofreció la caída de esta restricción como un nuevo hito en el camino hacia la normalidad a secas.

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, desde que supo de la decisión, no deja de lamentar que se corre el riesgo de generar una «sensación de falsa seguridad» y apela a la «prudencia». El consejero de Presidencia de la Junta, Elías Bendodo, vaticinó este viernes que Sánchez tendrá que «rectificar» en breves. El ejemplo de que la mascarilla también sirve para hacer oposición frontal lo puso Ciudadanos (Cs). Mientras que el número dos del partido, Edmundo Bal, presumía en Málaga de que su partido había sido el primero en pedir la retirada de las mascarillas al aire libre, el vicepresidente de la Junta, Juan Marín (Cs) lo tilda de «error mayúsculo». Todo, en un día en el que la provincia registró 350 nuevos contagios. Eso sí, con una bajada en el número de hospitalizados que invitó a un cierto optimismo.

Aunque la mayoría de las personas optaran este sábado por seguir con las mascarillas, la no obligatoriedad ofrece nuevos retos para la estrenada cotidianidad. Uno es calibrar si se puede mantener la distancia de seguridad de un metro y medio o no. Otro pasa por identificar las situaciones en las que el uso de la mascarilla sigue siendo obligatorio. El trabajo se le complicó para los vigilantes de seguridad que velan en la entrada de las conocidas tiendas de ropa de las grandes franquicias. En la calle se puede ir sin tapabocas. En los interiores, su uso es obligatorio. Ahora deben escudriñar a cada persona que entra. Las sanciones por saltarse las normas se mantienen. Una infracción por no llevar la mascarilla donde es preciso asciende, como mínimo, a los 100 euros.

Restricciones Covid

Guía de la nueva norma de mascarillas: dónde es obligatoria y dónde no

Melchor Sáiz-Pardo Sara I. Belled Álvaro Soto / Madrid Madrid

Alfonso Rosique fue uno de los que optó por colgarla de pulsera. Llegó a Málaga de visita turística, procedente de Barcelona. Después de visitar la Catedral se dirigía camino a la calle Granada. «Estaba deseando este momento. La mascarilla ha sido para mí un gran fastidio», dijo. Por su edad, señaló, ya está vacunado con la pauta completa. «Hay que seguir siendo prudente, pero espero que la mascarilla no vuelva más», señaló. Alfonso fue este sábado una excepción, como confirmó también a este periódico José Enrique Carpena, un vendedor de cupones. Desde su puesto en la calle Larios, tuvo vistas privilegiadas a los acontecimientos: «El 80 por ciento de los españoles siguen con la mascarilla. Los que no la llevan son casi todos extranjeros», diagnostica.

En lo ocurrido este 26 de junio hubo una realidad objetiva. Málaga se asemeja otra vez a cualquier otra capital europea. España ha sido durante mucho tiempo el país en el que el uso de la mascarilla se ha impuesto con mayor severidad. Esta diferente asunción del tapabocas se evidenció en los turistas extranjeros que vuelven a disfrutar de Málaga. Prácticamente, todos prescindieron de usar la mascarilla. «Al aire libre no creo que exista riesgo de contagio», argumentó Camila, turista británica, mientras fotografiaba el Teatro Romano.

Al ponerse el sol, los jóvenes tienen varias opciones para disfrutar de la tarde noche: una de las predilectas es Pedregalejo. El uso de la mascarilla se relativizó por este paseo marítimo. Entre los numerosos corrillos, uno que se mueve en la horquilla de los 27 a 34 años. «Siento un gran alivio al estar sin mascarilla, la verdad», dijo Juan Manuel Niel, un tendero de El Palo. En víspera del segunda día sin mascarilla, quedó claro que su desaparición será de manera gradual. Unos necesitarán más tiempo que otros.

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