La comarca del millar de bares
antonio garrido
CESAR QUIAN
La habilitación de las barras llegó un día equivocado. De esos que apetece estar en la terraza, bajo el sol y sin chaqueta. Y aún así, las barras de A Coruña se llenaron a la hora del aperitivo. Los callos se tomaron como antes de la restricción, lo que llenó de felicidad a tantos y tantos clientes que les gusta consumir con el codo apoyado. A los mostradores se les echó mucho de menos. «Los que somos de bar, somos de barra», decía esta mañana César en el bar Ambigú. Junto a Maika y Carmen, que también prefieren estar de pie, reconoce que durante estos meses en que estuvieron prohibidas las barras, le llamaron muchas veces la atención porque «como un autómata, iba directo, sin darme cuenta». Para él, «los vinos se toman de pie». Carmen precisa que cuando una va sola o acompañada de un amigo, «siempre se tira hacia el mostrador». Otra cosa, añade, es «ir en familia». Lo que opinan estos clientes lo opinaban este sábado que parecía de verano en todos los barrios de la ciudad. En la calle de los vinos, en el centro, las barras volvieron a ser lo que eran para gozo de los hosteleros. Para Andrés Frías, «es algo que deseábamos mucho».
Pese al levantamiento de las restricciones, en las cafeterías de Vigo todavía no se consume en las barras
C.P.
Superado el mediodía nadie se había apoyado ayer en una de las barras más veteranas de Vigo. «Los acercamientos son anecdóticos, solo para pedir. La gente se ha acostumbrado a la mesas», señalan los camareros de la cafetería Maracaibo, en la plaza de Compostela. El local no ha recuperado siquiera los taburetes. «Al no poder usar la barra, lo que ha crecido es la demanda de café para llevar», comentan, aunque aseguran que faltan muchos clientes habituales que siguen en teletrabajo.
M.Moralejo
«Nosotros optamos por poner mesas pegadas a la barra mientras no se pudo usar. Hay a quien le gusta situarse cerca para hablarnos, aunque a los que no tiene facilidad de palabra por la mañana, le ponemos el café, lo toma de un sorbo y se va», relatan en la cervecería Revi, en Balaídos. Solo una persona consumía en sus 20 metros de barra.
«Habrá que volver a acostumbrarse», apunta el camarero de La Espera, en el barrio de Navia, que certifica que nadie se había sentado por la mañana al mostrador. Tampoco enfrente en Mammuzza mía, donde los conductores de Vitrasa clamaban por poder volver a tomar café de pie en sus breves altos.
Pese a la eliminación de las restricciones, los clientes siguen prefiriendo las mesas y, sobre todo, las terrazas
Miguel Ascón
Aunque ya está permitido consumir en la barra de los bares, a los ourensanos les costará recuperar ese espacio. «La gente aún tiene mucho miedo», explica Javier González, del Miudiño. La primera noche tras la eliminación de la restricción fue más cómoda para los hosteleros, pero los clientes no se animaron a volver a las barras.
«Para nosotros, es una bendición porque lo que queremos es trabajar, no tener que llamar la atención a la gente cuando se despistaba, como hasta ahora», dice González, que cree que aún queda mucho para recuperar la normalidad. Por ejemplo, su pub podría abrir hasta las 4.30 horas, pero «a las dos de la mañana ya se empieza a ir la gente». El hostelero espera que con el paso de los meses y la subida de las temperaturas la situación se vaya normalizando. «Por ahora, la noche está flojísima», dice.
Ya de día, este sábado en la zona de vinos de la capital ourensana el ambiente en las barras era también escaso, aunque algunos locales ya habían retirado las mesas altas que durante meses habían colocado junto a ellas. Así lo hicieron en el Lord, de la calle Valle Inclán, donde esta mañana ya había ambiente de café y caña en la barra. Por momentos, la normalidad parecía recuperada.
La hostelería arousana celebra el regreso al consumo en los mostradores, sobre todo en locales pequeños como O Tranquilo
SERXIO GONZÁLEZ
Vamos a saltos. La pandemia desatada por el coronavirus y la manera, en tantas ocasiones peculiar, de combatirla a través de las cambiantes restricciones ha convertido el día a día de la hostelería en una yincana de dos años, que ahora se toma, al menos, un buen respiro. Si el 25 de febrero del 2021 los bares volvían a servir a su clientela si quiera en las terrazas, tras el arreón navideño de contagios, el 29 de enero del 2022 pasará a los anales del sector por haber supuesto la reapertura del elemento nuclear de cualquier establecimiento de estas características: la eterna barra.
Los datos habrá que actualizarlos de nuevo, porque en tiempos de pandemia la mortandad de los negocios también es grande, pero, según Turismo de Galicia, en los once municipios que conforman la orilla sur de la ría de Arousa permanecían activas a estas alturas del año pasado 1.222 licencias de bares y cafeterías. Aunque la barra es importante para todos y cada uno de los negocios, por pura lógica adquiere categoría de imprescindible en los locales más pequeños. Nos acercamos a uno de ellos para ver qué se cuece en el día de su resurrección, y la respuesta que nos encontramos en O Tranquilo, en la subida a la estación de ferrocarril de Vilagarcía de Arousa, no puede ser más redonda: «Os galegos somos xente de barra; aquí é onde fas a caixa, home».
antonio garrido La comarca del millar de bares
Habla Estanislao García, que desde los años 80 regenta un bar al que sus bocadillos de calamares, zorza y jamón asado han convertido en una referencia imprescindible. Tanis insiste en que el verdadero núcleo del negocio está en los metros de mostrador en los que cerca del mediodía sirve un té, una taza de treixadura y otra de tinto del país. Alrededor, apenas media docena de mesas que se completan con una terraza exterior de una sola hilera. Guillermo López, compañero de fatigas, aporta otra buena razón para celebrar su reapertura: «Non é a primeira vez que en cada mesa senta un só cliente, así que con seis persoas tes o bar cheo e non paras de andar de aquí para alá». Parece ser que, en su acepción actual, el término procede del inglés bar, que denotaba la barra en la que los bebedores descansaban sus pies. Todo son ventajas, bendita sea.
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