La bella historia de los artesanos que bordan el traje típico santandereano que cautivó a Disney
Lucy Aguilar es una de las más de 50 señoras dedicadas a este arte en Vélez, Santander. El primer recuerdo que tiene de estos vestidos la trasladan a sus ochos años de edad al municipio de Bolívar, donde su nona Rosalía Hernández vestía en ocasiones especiales esta prenda.
"Ella usaba las faldas oscuras con cintas. En ese tiempo no eran tan bien elaboradas como las de ahora. La falda las usaba en negro, verde oscuro, vinotinto fuerte... Las mujeres más adultas usaban un solo tono y blusón, mientras que las más jóvenes vestían diferentes colores y blusa", relata Lucy a sus 66 años.
La bordadora recuerda que estos trajes no los lucían todo el tiempo las campesinas, sino que estos vestidos eran reservados para ocasiones puntuales, por ejemplo, en las fiestas patronales de los municipios aledaños como Sucre, Jesús María, Guabatá y La Paz.
"Lo usaban también cuando hacían las romerías a Chiquinquirá, de hecho allá compraban el pañolón. Ellas bordaban su traje a mano con los pocos elementos y recursos que tenían. Se ponían las alpargatas y sombrero con una pluma de pavo real, gallineta o de loro", explica la mujer.
De esta forma, el traje se convirtió en una tradición para la región que mientras se fue heredando de generación en generación, se fue perfeccionando. Uno de los cambios es que antiguamente el traje era prensado, su pliegue era de unos tres centímetros, pero ahora es de medio centímetro.