Córdoba-Buenos Aires en tren: entre la cuestión económica y la emoción de viajar
Aunque para la mayoría de los cordobeses viajar en tren de larga distancia es un hecho bastante inusual, hay quienes eligen trasladarse sobre los históricos rieles que conectan a la Argentina, en un acto que mezcla nostalgia, emociones y economía.
Aquellos que añoran las épocas de esplendor de los ferrocarriles, que disfrutan de la particularidad de un viaje sin apuros, de observar desde su camarote un imponente amanecer sobre campos infinitos, para ellos, subirse a un tren es mucho más que desplazarse de un lugar a otro.
Hace poco más de un mes se rehabilitó la venta de pasajes de larga distancia y hoy es casi imposible conseguir boletos para hacer el tramo Córdoba-Buenos Aires, que gestiona la estatal Trenes Argentinos.
Los precios
En materia de precios no hay comparación. Mientras que el pasaje de tren a Buenos Aires cuesta 500 pesos en primera, 600 pesos en pullman y 1.750 pesos en camarote para dos personas, el mismo viaje en colectivo arranca en poco menos de tres mil pesos en un coche semicama y puede llegar hasta los cuatro mil en un coche cama o ejecutivo.
Los boletos de tren pueden comprarse por internet con un 10 por ciento de descuento. En tanto, hay un 40 por ciento de descuento para jubilados y un 50 por ciento para menores de 12 años. Los menores de 3 años que no ocupen asiento viajan gratis.
Las grandes diferencias están en la frecuencia y en la duración del viaje. Desde la estación Mitre de Córdoba, sólo se puede ir hasta Retiro los jueves y los domingos a las 15.30, mientras que para el tramo inverso sólo hay disponibles servicios lunes y viernes a las 21.30.
El colectivo demora un promedio de nueve horas, mientras que está estipulado que el tren, cuya velocidad para este tramo no supera los 38 km/h, tarde 19 horas, aunque suele demorarse hasta 22 o 23 horas para llegar a destino.
Muchos usuarios señalan, precisamente, la cuestión del tiempo de viaje como el aspecto más desfavorable para subirse al ferrocarril. Pero, al mismo tiempo, la “pachorra” de este histórico medio de transporte permite a los pasajeros vincularse y crear lazos que en un viaje en colectivo son inimaginables.
Historias
“Tomo el tren porque no sólo busco llegar a destino –comentó la escritora y periodista Utz Gregorczuk–, sino porque me gusta lo que se genera en ese espacio. El encuentro con gente, el poder charlar, compartir. El tren es una comunidad donde se generan anécdotas, historias. Y a mí, como escritora, lo que más me gusta es recolectar esas historias para poder contarlas”.
“Arriba del tren todos se ayudan. Si te falta algo, ya sea yerba o un cargador, siempre aparece alguien para darte una mano. En un viaje, una mujer se durmió y no pudo bajarse en la estación que le correspondía; y como se bajó en la siguiente, todos hicieron una ‘vaquita’ para ayudarla a pagar el taxi”, agregó la mujer, para quien el servicio a bordo “es mucho mejor que el del colectivo”.
Para mitigar la cantidad de horas arriba del vagón, Gregorczuk planifica una suerte de rutina, que incluye desde leer, trabajar y hacer cosas pendientes. “Si tomás el viaje como una instancia por atravesar y no tenés apuro, las distancias se hacen cortas”, cerró.
Sandra Borello tiene 52 años y vive un tiempo en Buenos Aires y otro en Capilla del Monte. Como Utz, es usuaria frecuente del ferrocarril de larga distancia. “Elijo el tren por distintos factores, entre ellos, los lazos que se generan con los otros pasajeros. Se comparten momentos y se forjan vínculos que perduran en el tiempo”, dijo.
“Pero también elijo este medio de transporte por la seguridad. Muchos se quejan por la cantidad de horas, pero para mí no es fastidioso. De los transportes terrestres, es el más seguro para viajar”, apuntó.
Los pasajeros consultados cuentan que cada tres horas los empleados de limpieza desinfectan los baños y reponen papel higiénico, jabón y alcohol en gel.
Servicios
Según informaron desde trenes Argentinos, en enero de este año casi seis mil pasajeros hicieron el tramo Córdoba-Buenos Aires, o viceversa, algo menos que los ocho mil que lo hicieron en enero de 2019, antes de la pandemia.
Además de la locomotora, el tren consta de 11 vagones, donde se reparten las 350 plazas que se ofrecen para viajar en primera, pullman y camarote.
Todos los coches de clase primera cuentan con aire acondicionado frío/calor y asientos reclinables en filas de dos. En el medio del coche se dispone de una mesa con asientos enfrentados.
Cuentan con dispenser de agua fría y caliente, enchufes en ambos extremos del vagón y en el sector del lavamanos. Los baños están ubicados en los extremos del coche, uno para damas y otro para caballeros.
Los asientos de la categoría pullman son más anchos que los de primera clase. Este espacio permite el acceso de personas con movilidad reducida, pues cuenta con lugar para una silla de ruedas y baño adaptado.
El camarote, en tanto, consta de dos camas (una cucheta) con mantas y almohadas, una mesa y trabapuertas.
Marcelo Ortiz, de 57 años, vive en Buenos Aires, pero por trabajo viaja casi todas las semanas a Córdoba. Y lo hace en el tren. “Hice el primer viaje cuando retornó el tren en 2005. Y desde ahí no paré. Lo elijo por una cuestión económica y también afectiva. Mi papá era maquinista”, relató.
“Arriba del tren me siento seguro. Y también comparto con los chicos que laburan ahí. Soy amigo y comemos juntos en el coche comedor. El servicio y la atención son excelentes”, afirmó.
“La contra es la cantidad de horas. Y un poco la comodidad. Como son coches chinos, los asientos no son tan mullidos y se reclinan menos que los vagones que había antes. Y se hace pesado para viajar 22 horas así”, narró.
Largo viaje
Hasta 2014, la compañía que operaba el servicio que hace el tramo Buenos Aires-Córdoba era Ferrocentral. Hace casi seis años, se creó la estatal Trenes Argentinos, que es la actual operadora ferroviaria. Las vías por las que circulan los trenes de larga distancia dependen de la concesionaria privada Nuevo Central Argentino (propiedad de Aceitera General Deheza). Este dato no es menor, puesto que esta empresa “dueña” de la infraestructura es la que impone las condiciones (velocidad, carga) para circular sobre sus vías.
“Elijo viajar en tren por varios motivos –contó Marina Pelazzo–. Es muy económico y aparte tenés una gran libertad para moverte. La gente que viaja está en la misma que vos, hay mucha solidaridad entre los pasajeros. De tantas horas compartiendo el vagón, se termina haciendo una gran familia”.
“No suelo dormir en el viaje así que siempre me llevo un libro y música en el celu. Pero lo que más me entretiene es observar el afuera y el adentro. Son incontables las cantidades de historias que se gestan dentro de un tren. Muchos se hacen amigos en el viaje, sobre todo la gente mayor. Se cuentan sus historias de vida, y una está ahí, cual espectadora”, agregó.
“Si bien el viaje es largo y los asientos no son cómodos, lo sigo eligiendo. No es mi idea romantizar el tren, porque la verdad es que la gran mayoría que elige este transporte, incluida yo, lo hace por una cuestión económica. Si no existiera este medio y a este precio, dudo que muchas de esas personas podrían costear el viaje en micro o en avión. Pero esta buenísimo recalcar y recuperar el valor del tren”, cerró.