Kevin Plank, el enemigo del algodón
El Georgetown Preparatory School es de los centros educativos más selectos de EE UU. Entre sus alumnos más ilustres está Kevin Plank. Y eso pese a que este empresario forjado a sí mismo abandonó la escuela para niños más antiguas del país por mal estudiante. No es una sorpresa que lo reconozcan ahora, porque los estadounidenses se ponen siempre del lado del eterno perdedor que despunta, aunque tropiece varias veces por el camino.
Plank creó hace dos décadas Under Armour, con un objetivo: convertirla en la mejor marca de ropa deportiva del mundo. En su cabeza se cuece algo más que vender unas zapatillas negras con el símbolo plateado en el empeine o una camiseta ajustada. Vende la idea que llevar puestas sus prendas te hace mejor. Su filosofía recuerda a la de Howard Schultz, fundador de Starbucks. “Es saber qué es lo que quieres ser”, comenta. Plank, de 42 años, tiene una fortuna estimada en 2.900 millones de dólares (2.550 millones de euros), casi tres veces más del mínimo necesario para entrar en el club de multimillonarios de Forbes. Admite que es mucho más rico de lo que hubiera imaginado cuando jugaba a fútbol americano en la universidad.
La empresa nació de una necesidad. En los vestuarios observó a sus compañeros de equipo con camisas de algodón empapadas en sudor. Para quitarles ese peso de encima, diseñó unas prendas con las telas que se usan para la ropa interior femenina. La compañía nació, como manda el canon del sueño americano, en un garaje. Mejor dicho, en el sótano de la casa de su difunta abuela. Tenía 17.000 dólares, de otros negocios que creó mientras estudiaba.
Al principio llevaba dos tarjetas de visita encima. En una se presentaba como el presidente de Under Armour. En la otra, como jefe de ventas. Así se mostraba como una empresa más grande de lo que en realidad era. De ahí, a superar en su guerra contra el algodón los 1.000 millones de dólares en ventas por primera vez en 2011. Ese año, la revista Fortune le colocó el 12º entre los mejores 40 empresarios menores de 40 años.
La sede de Under Armour está ahora en un antiguo edificio industrial que ocupaba Procter & Gamble en Baltimore. Dicen que es el perfecto sustituto, un reflejo de cómo el tejido empresarial de EE UU se va renovando e innovando. En lugar de amas de casa dedicadas a tareas del hogar, la publicidad de la marca muestra a atletas en acción, con prendas que se comen el sudor pensadas para mejorar el rendimiento físico.
En breve empezará a circular también la del tenista británico Andy Murray, que hasta ahora lucía Adidas. Hace unos meses quien se puso delante de las cámaras fue la top Gisele Bündchen. La de Murray es la última victoria estratégica de Plank, que le va a costar más de 20 millones de euros. Incluso más si el campeón sigue ganando en la cancha. El acuerdo no era casual, porque la compañía está librando una verdadera batalla para patrocinar a deportistas y equipos de élite.
Ya lo intentó antes con Kevin Durant, de los Thunder de Oklahoma. Pero el mejor jugador de la pasada temporada de la NBA decidió seguir con Nike, tras ponerle más de 300 millones sobre la mesa. En los eventos públicos nunca cita a sus rivales y la palabra que más usa es “win” (ganar).
Kevin Plank sabe que está yendo más rápido y más lejos de lo que esperaba. Quizás por eso sea también bastante impaciente y eso le lleve a cometer errores, como en los trajes especiales que creó junto a Lockheed Martin para el equipo estadounidense de patinaje de velocidad para los últimos juegos de invierno en Sochi. Era su oportunidad para presentarse como alternativa a Nike. Fue la primera vez desde Sarajevo en 1984 que no se llevaron medalla, y se atribuyó el pobre resultados al diseño del traje. Plank, sin embargo, pareció tener la crisis bajo control pese a que el fiasco dio una puñalada al corazón de la marca. La esquiadora Lindsay Vonn y el nadador Michael Phelps salieron de inmediato en defensa de la firma para apaciguar la controversia.
La competencia es algo que Plank lleva en su sangre —era el menor de cinco hermanos—. Quizás por eso se vea como el eterno segundón. Este año Under Armour superará los 3.000 millones en ventas y su objetivo es rebasar los 4.000 en 2017. Aunque es pequeña al lado de Nike —factura 28.000 millones—, es ya la marca que eligen los jóvenes estadounidenses que aspiran alto. Y es más grande en EE UU que Adidas.
El 94% de sus ventas se concentran en el mercado norteamericano. El negocio está creciendo rápido fuera: ha doblado las ventas en los primeros nueve meses de 2014. La fortuna de Plank crece al ritmo al que lo hacen sus acciones, que se apreciaron un 60% durante el último año, lo que las convierte en unas de las que tuvieron el mejor rendimiento.
El Real Madrid y el Barcelona están en su punto de mira, lo que le daría una visibilidad tremenda en Europa en esa carrera por ser una marca global. Ya tiene un acuerdo con el Totteenham Hotspur de la Premier . Murray seguirá llevando las zapatillas de Adidas hasta que Under Armour le dé unas a su gusto. También tiene contrato con el tenista estadounidense Sloane Stephens, una de las estrellas emergentes.
El grueso de su oferta se concentra en las zapatillas para correr y para baloncesto. Aunque está claro que apunta alto. Hace un año adquirió la que fue su primera aplicación: pagó más de 100 millones de euros por MapMyFitness, una de las plataformas para móviles más veteranas.