Pío Guerendiáin, fotógrafo pamplonés: “Después de 260 años me han echado”
En Pamplona, el apellido Guerendiáin, durante siglo y medio, se ha asociado a la peligrosa curva del encierro de Mercaderes con Estafeta. De hecho, los Guerendiáin ya estaban allí un siglo antes que el encierro cambiase su recorrido por la calle Estafeta. No hace mucho Pío Guerendiáin era una firma comercializadora de materiales de construcción y de cuartos de baño, pero la crisis de 2008 acabó con el negocio.
Como los males no vienen solos, el enclave Casa Guerendiáin, Estafeta 1, cerró por exigencias de la propiedad. Pío (24 de noviembre de 1946)es pamplonés de pura cepa, un apasionado por la Fiesta de San Fermín; materializa su vocación de servicio a la comunidad como miembro de la Junta de la Casa de Misericordia (Meca).
Por si fuera poco, es además un reconocido y galardonado fotógrafo, presidente de honor de la Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra (AFCN). Ciertas enciclopedias lo califican injustamente de fotógrafo aficionado. No, para Pío la fotografía es algo más que un pasatiempo, es su otra pasión a la que ha consagrado, en cuerpo y alma, seis décadas de su vida. Pese a los cambios tecnológicos, que inevitablemente han llegado, permanece fiel a la esencia del arte fotográfico, incluso cuando retrata con su smartphone.
¿Pío Guerendiáin como persona, como fotógrafo y como marca comercial ha estado siempre vinculado a los Sanfermines?
Me gusta San Fermín, porque vivo los Sanfermines. Mi familia tenía la tienda en Estafeta 1 desde 1754, cuando mi tatatarabuelo, Miguel Guerendiáin, se instaló como maestro cerero y confitero. Le hicieron un examen de entrada en la Cofradía de Cereros y Confiteros. Aquellos artesanos obtenían la cera de los paneles y con la miel elaboraban los confites.
¿Cómo ha perdido Estafeta 1, lugar emblemático de la historia del encierro, por donde han pasado reporteros de todo el mundo?
Aunque parezca mentira, después de 260 años me han echado. Esa casa pertenecía a un señorío que la cedió al Hospital de la Beneficencia, precursor del Hospital de Navarra. En el bajo estaba la tienda de cerería y confitería. Mi abuelo Tiburcio, que fue el último de la Cofradía, inició la comercialización de materiales de construcción que continúo mi padre Pablo. Mi nombre me viene de mi tío, que era mi padrino, soy Pío III. Nosotros pagábamos un alquiler al Hospital, luego pasó a Diputación. El Gobierno foral estableció una subasta en condiciones inasumibles, no entré a la puja.
¿Ha faltado algún año a los Sanfermines?
He cumplido la tradición pamplonesa, el año que se moría un ser cercano, por luto no me quedaba en San Fermín. Del 81 al 86 disfrutaba de tres días sanfermineros, luego me iba a Arlés. De esto hablamos más tarde.
¿Cómo y cuándo comenzó a hacer fotos del encierro desde la gatera?
Como los paneles de protección de la tienda acababan los Sanfermines pintarrajeados, encargué a un artista local, Patxi Marcilla, unos motivos sanfermineros incluyendo los pañuelos de las peñas. Para el pabellón de Navarra de la Expo de 1992 se planeó hacer una película en tres dimensiones del encierro. Fernando Redón, con mi autorización, se encargó de recortar la gatera y poner la trampilla. Yo lo vi peligrosísimo. Sin embargo, los años posteriores me animé a fotografiar el encierro todos los días desde la gatera, salvo alguna vez que iba al callejón. El último año fue en 2014; en agosto, limpiamos la tienda y entregamos las llaves a la propiedad.
Una foto suya, tomada desde la gatera, fue cartel de la Feria del Toro de 2016, pero el 11 de julio de 2009 sufrió un susto cuando un toro metió el cuerno por la gatera, ¿qué ocurrió?
Estoy orgulloso de que una foto mía fuese cartel anunciador de la Feria del Toro. En cuanto al incidente, no me pasó nada. Al necesitar mayor visión, no me acerco la cámara a la cara. Por eso vi cómo el cuerno entraba. Inmediatamente, a una velocidad increíble: ¡ta, ta, ta, ta!, buscaba sitio hacia adelante. Comprendí la razón por la que un pitón cuando entra, hace un desgarro enorme buscando la salida por todos los medios.
¿Cuándo se incorporó a la Junta de la Meca?
Entré en 1975, llevo 47 años en la Meca. He pasado por todas las comisiones, menos por la taurina. A pesar de ello, alguna vez, he acompañado a la Comisión para la selección de las corridas.
¿Qué ha supuesto para la Meca dos años sin Sanfermines?
Una pérdida considerable. Es bien sabido, que la Feria del Toro cubre un 20-30% del proyecto social de la Meca. Por eso, hay voluntad y todo parece que va a haber SF. La Meca como empresa está deseando que se hagan los SF, máxime este año que la plaza cumple el centenario, en el que haremos alguna conmemoración. No obstante, hay miedo por si no se cubre el aforo y el abono.
¿El fotógrafo nace o se hace?
En mi caso se hace. A mis 14 años ya tenía ganas de tener una maquinita. En el escaparate de Foto Roldán, en los porches de la Plaza del Castillo, había una Exakta, su precio era increíble 10.000 ptas. La miraba, no llegué a tenerla.
¿Entonces, cuál fue su primera cámara fotográfica?
Cuando aprobé el sexto de Bachiller y la Reválida Superior, mi tía Carmen me regaló una cámara alemana, una Regula sin fotómetro, con ella empecé en las “picotas” de la Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra (AFCN). Todavía la tengo.
¿Y la primera réflex?
Otra tía, Presentación Guerendiáin, que era generala de las dominicas en Taiwán, me envió una Asahi Pentax SV, con un 50 mm, sin fotómetro, a la que acoplé uno en el pentaprisma, completé con un tele 135 mm. El equipo Asahi me lo robaron. Luego adquirí una Hassebland 500 C que me ofrecieron por la astronómica cantidad de 40.000 ptas.
¿Cuándo y cómo llega la Nikon F?
- Esa tiene su anécdota. En el año 71, me la compré en Andorra, pagué la importación en Francia, al llegar a la frontera española, los aduaneros me impusieron una multa. El problema es que adquirí dos cámaras y 4 objetivos. La otra era un encargo de Koldo Chamorro, que, torció el morro cuando tuvo que pagar la mitad de la multa. Fue nuestra primera Nikon. Tengo un porrón de equipo: tres Nikon, tres Hassebland y dos Leica.
¿Y cómo accede a la digitalización?
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La digitalización llegó poco a poco. Las primeras cámaras tenían diseños extraños. Me costó iniciarme, lo primero con una camarita de Pentax con una pantallita, era además estanca, que la empleaba para reportaje de viajes. Me hice con una FUJI pequeñita compacta, sensor 3/4” casi manual con una calidad increíble. Tuve varias compactas. Actualmente estoy utilizando una Panasonic FZ 1000.
¿No es un contrasentido para un fotógrafo consagrado acabar haciendo fotos con un smartphone?
No, en absoluto. Con el primer Huawei me encuentro con la sorpresa de que da una gran calidad y la posibilidad de pasar un programa de retoque. En Zarauz empiezo a trabajar con el telefonico, los primeros resultados los ve Leopoldo Zugaza que me pide una exposición. Con esa colección edité un libro pequeño, Tritones y Fugas. También la he expuesto en varios sitios, la última en la Galería Echauri en Pamplona.
¿Ha habido más smartphones?
Sí, el segundo, otro Huawei, modelo P 20 Pro con 40 MP de resolución, al que he instalado Snapseed para el retoque fotográfico. Una de las principales cosas que hago es corregir las perspectivas caídas que, a simple vista, son inapreciables para el ojo humano. Antiguamente, había correcciones que podíamos hacer con el negativo blanco y negro en el positivado seleccionando el tipo de papel -suave, duro y ultra duro- y en la ampliadora con tapados y concentración.
Se divulga la idea de que los programas de retoque digital, tipo Photoshop, modifican la realidad.
Con el retoque digital, queda algo tan diferente sin manipular la realidad. No pongo nada adicional, simplemente realzo, salen cosas muy llamativas.
Háblenos de su último trabajo con el smartphone.
Mi último trabajo con Huawei fue en los SF de 2019 en la Churrería de La Mañueta. Estoy muy agradecido a la familia Elizalde que me brindaron su total colaboración y a Patxi Biurrrun que al ver las fotos, tituló, acertadamente, La Fragua de Vulcano. Quiero reseñar mi gratitud al diseñador industrial Iosu Rada por la realización de un espectacular video con mis fotografías. Todas las fotos están trabajadas. Estoy preparando una exposición.
¿Su vida fotográfica ha estado siempre vinculada a la Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra (AFCN)?
- En 1963 entré a formar parte de AFCN, enseguida me metieron en la Junta, como chico de los recados en la vocalía de boletín. Dentro de mis cometidos era enviar los boletines a Correos y dos ejemplares a la Biblioteca Nacional. He sido presidente del 76 al 82 y director de la Galería Contraluz, en la que hemos organizado más de 100 exposiciones. Ahora soy presidente de honor.
Es testigo de la evolución de la AFCN.
La AFCN comenzó en la buhardilla de la calle Zapatería en la que no teníamos agua en el laboratorio, había que llevarla del wáter. Luego el piso en la misma calle, y finalmente la sede actual en Rio Urrobi.
Las reuniones mensuales de la AFCN en la que se exponían y se comentaban las fotos, lo denominaban “picotas”, ¿qué recuerda de éstas
En las “picotas” había mucha presión. Si alguien descalificaba una foto, el afectado se resarcía más tarde cuando llegaba la foto del que había criticado. Hubo gente que no soportaba la crítica. De aquellos tiempos, recuerdo especialmente a José Mari Nebreda, fue un factótum de la AFCN, dada su inteligencia y su calidad técnica criticaba con fundamento. En la mayoría de los casos la crítica era constructiva; éramos, a la vez, un poco malvados y cariñosos.
¿La AFCN le debe algo a Pío Guerendiáin?
No, siempre me he sentido agradecido a la AFCN, he disfrutado con lo que he hecho en la agrupación.
Una pregunta obligada, ¿a qué fotógrafos admira más?
¿Quién puede decir que no se ha influenciado por los históricos? Has tenido que ver y estudiar los grandes de la fotografía, en retrato, en reportaje, en prensa o en publicidad. Hay que tener presente a Richard Avedon, Alfred Stieglitz y Edward Steichen. No hay que olvidar alpadre de la fotografía Louis Daguerre. Y como no a Henri Cartier-Bresson, estoy convencido de que con las cámaras actuales haría cosas diferentes.
Retomemos sus viajes a Arlés en SF, ¿qué aprendió allí?
En aquel tiempo en España no había ninguna facultad. Todo se aprendía por los concursos y las agrupaciones fotográficas. En Arlés descubrí el verdadero mundo de la fotografía con los mejores profesionales del mundo. El que más impresionó conocer es Jacques Henri Lartigue, uno de los grandes históricos. Podemos decir que todavía nos encontramos en la prehistoria de la fotografía, pues en tres saltos, yo me pongo en Niépce hace 150 años; yo he conocido a Lartigue, Lartigue conoció a Atget, y Atget conoció a Niépce.
¿Aquella experiencia en qué se tradujo?
Acabamos con el concurso de San Fermín y organizamos cursillos de fotografía, a los que acudieron grandes figuras, maestros de lo más representativo, como Fontcuberta y otros.
¿Cómo ve el panorama de la fotografía?
Hay tres o cuatro autopistas de la fotografía con vida propia. Una es la fotografía científica como parte de la evolución técnica, como el Hubble que saca fotografías del tiempo al que llegan imágenes de miles de millones de años. En el terreno de la medicina te retratan de arriba abajo. En la bélica y meteorológica iniciada con globos aerostáticos. Luego llega la fotografía de publicidad, la industrial, la comercial con retratos y recuerdos con bodas y comuniones, y finalmente, la fotografía de prensa.
¿En dónde sitúa la fotografía artística?
Pongo en la cúspide a los que han dedicado su saber a la fotografía por la fotografía, como medio de expresión grafica, plástica y artística; por la belleza de la imagen. Ha habido fotógrafos de las otras autopistas, como prensa o industria, que han hecho cosas tan maravillosas que han pasado al nivel superior. Con ello no quiero denigrar a nadie, porque quien vale, vale para todo; acaban haciendo maravillas que trascienden su propia utilidad práctica para alcanzar el culmen del arte fotográfico.
¿Busca la belleza con sus fotografías?
Desde luego me desagrada la fotografía repulsiva, como la de John Coplans que autorretrataba su cuerpo desnudo envejecido. A la fotografía que me gusta le busco la belleza, aunque en algún caso hay bellezas que te cuestan ver. No me gustan las cosas aburridas de algunas escuelas.
En ese momento el smartphone de Pío suena, es Mariely, su mujer, tenemos que dar por finalizada la entrevista. Es una lástima, podíamos pasar horas hablando con Pío, tiene una conversación amena con tono didáctico. En la despedida, nos cuenta que ha sufrido varios desprendimientos de retina, que afortunadamente no han afectado a su ojo fotográfico que permanece activo.
El decano de la fotografía navarra, como un caballero andante, seguirá buscando la belleza en el arte fotográfico.