Telva Pedro Monjardín: el hombre más refinado de España

"No es el traje sino el modo de llevarlo, no es tanto el paño como el espíritu del paño lo que hay que percibir", escribió Honoré de Balzac en su Tratado de la vida elegante, en 1830. Casi dos siglos más tarde, sería imposible acuñar un dogma más preciso para resumir la ciencia, la costumbre y el sentimiento que son la elegancia. No fue retar al sabio lo que nos propusimos fotografiando a Pedro Monjardín (coordinador de estudios de moda de la Institución Artística de Enseñanza), sino salir en busca de quien mejor sabe llevar un traje, del defensor del principio, de un experto en el arte de combinar paños. Y ahí, sin pretenderlo, nos topamos con el hombre.

Todo lo que Pedro Monjardín ha perdido no lo ha vuelto a recuperar. "Siempre voy a cincuenta cosas y, en la carrera, me dejo algo atrás: la cartera, las llaves de casa, el teléfono, el paraguas, la bufanda... Lo que llevo encima se va quedando atrás", dice con el mismo tono nostálgico que tienen los portaminas que compra en la papelería Salazar de Madrid. Mientras enumera espontáneamente la toilette del perfecto gentleman y le recuerda a alguien de objetos perdidos que ha hallado un auténtico botín, pide un café americano, una tarta de zanahoria con dos cucharas y me hace saber que hay algo que quiere dejar claro en un reportaje sobre la elegancia donde él parece ser protagonista: "Mi vida ha sido el campo y los caballos". Ni los abrigos de Paul Harnden, ni las botas de Maurizio Altieri. Tampoco sus Converse negras o los pantalones del color de las especias de oriente que compra en Marruecos. Alguien que no habla de moda sino de "forma de vestir", que siente debilidad por los alfileres de corbata y confiesa que recuperaría los sombreros como pieza clave del vestuario masculino, tiene "una larga historia"...

A pesar de estudiar en CUNEF (Colegio Universitario de Estudios Financieros), el actual coordinador de estudios de moda de la Institución Artística de Enseñanza, siempre se sintió atraído por el mundo del diseño. Siempre con un lápiz en la mano y una cámara de fotos rondando. "La moda era una afición, la seguía y la entendía como una expresión artística más, como un arte que uno se puede poner y que dice mucho de la persona que lo lleva". Después de casi 14 años trabajando en el mundo financiero surgió un cambio que no quiso rechazar. "Nunca había sido profesor y recuerdo ir a trabajar en moto, feliz, con gente joven...". La enseñanza consiguió engancharle tanto como el campo y los caballos que marcaron su infancia. Del campo arranca todo."Era mi refugio, mi escapada. Siempre he sido una persona bastante solitaria, muy para adentro y los caballos eran mis compañeros. Monto desde pequeño, mi padre quiso que yo quisiera y luego lo convertí en mi afición y en mi vida. Del campo aprendí la importancia de la funcionalidad: la ropa tiene que servir para algo. Una chaqueta debe llevar bolsillos, un jersey abrigar, las botas de montar son botas para montar".

Pero si Monjardín pudiera elegir no recitaría precisamente a Balzac, sería más bien ese personaje de Herman Melville que en "Bartleby, el escribiente" repite: preferíría no hacerlo. Podría ganarse muy bien la vida siendo modelo, cobrando derechos de imagen a The Sartorialist, el foco magnético de reuniones sociales y eventos pero él preferiría no hacerlo. Sin embargo, un hombre elegante también cree que a veces uno debe romper su voto de discreción si es una amistad quien lo pide.

Lo que más me gusta de ti es que no te prodigues, que sea tan difícil verte.

Telva Pedro Monjardín: el hombre más refinado de España

¿Ah, sí? ¡Pues me vas a sacar en los papeles! (risas). No es premeditado. Es que soy muy tímido, me sigo poniendo colorao y que, últimamente, noto que las conversaciones sociales giran demasiado entorno a los demás: fulanita, menganita... Y eso me aporta cero. Anda, aprovecha y termínate la tarta mientras yo hablo...

"NO ME GUSTA DAR LA NOTA, ha llegado un momento en mi vida en que no me importa lo que piensen los demás. El qué dirán sigue pesando mucho y la opinión ajena y esa necesidad de llevar unos códigos para tener sensación de permanencia. Todo esto ha pasado para mí a un segundo plano. Cuando tomas esa decisión te vuelves más tú. Vestirte libremente debe tomarse como una disciplina. Desarrollas tu propio estilo y puedes ponerte o quitarte alguna anécdota pero ya has construido tu forma de interpretar lo que lleves encima. Ya no es moda, es tu estilo. Si alguien te mira raro es por envidia, porque tú te has atrevido y ellos no. Lo que nunca me ha gustado es dar la nota, no soy reivindicativo".

Monjardín se ha reinventado varias veces y cambiado de estilo otras tantas. Los cambios, no nos llamemos a engaño, "me dan pánico, pero a veces no queda otra y sólo se trata de superar el vértigo de los primeros meses". Y su larga historia va acompañada de sus consiguientes etapas estilísticas. "Del tweed inglés y la pana, del campo heavy, pasaba a la oficina con traje, normalmente de Hackett, o de la sastrería de mi padre, que ya no existe, y de Camisería Burgos, en la calle Cedaceros. En la corbata me permitía alguna alegría, como las de Comme des Garçons. Tengo dos fijaciones: los relojes y los zapatos. Nunca he pensado menuda inversión, sino cómo me apetece disfrutar de ello. Con la ropa me pasa lo mismo que con el arte, creo que he sido mal coleccionista porque me he movido por el corazón. Si algo me mueve, adelante".

Adelante y hasta la cocina. Dentro de su vestidor, en su librería, nos adentraremos días más tarde. "Antonio López me dijo una vez que había dos tipos de fotógrafos. Los que llegan a una casa y lo mueven todo y los que no", bromea el fotógrafo. ("El hombre de gusto debe gozar todo lo que posee", axioma XXV de Tratado de la vida elegante).

"Aquí podéis cambiar lo que queráis", palabra de anfitrión de una casa donde la Bauhaus convive con el barroco, y no excesivamente "respetada". Vamos bien.

El "corazón" de Pedro está en la ducha. En forma de bata blanca y verde que acaba de comprar en Uzbekistan. "¿Me la voy a poner? Posiblemente no, pero alimenta mi espíritu verla colgada en el baño".

En su opinión, elegancia y discreción no han de ir indisolublemente unidas: "Elegante es desde una camisa blanca y un pantalón a, de repente, lo más extravagante, siempre y cuando esté en contexto.¡Cómo son esas tribus del Amazonas con plumas en la cabeza! Los saris de colores indios son lo menos discreto y me parecen de lo más elegante. Es el cómo lo llevas, es una actitud. Elegante se es o no se es. A veces me pregunto cómo entre personas de una misma familia que han recibido la misma educación, visto y viajado lo mismo, uno es elegante y otro no. Es algo interno. Elegancia es coherencia. Hay gente humilde superelegante y otra con muchísimos recursos que es para echar a correr. Pero yendo a lo práctico, para mí es tan elegante un buen zapato como una bonita zapatilla".

Ya se sabe que un hombre se hace rico pero nace elegante. Hubo una época en la que, dentro de esa hiperactividad detox de la que nos hablaba al principio, se ilusionó con lanzar su propia etiqueta de hombre inspirada en ropa militar de principios de siglo. Un proyecto todavía en potencia que, por de pronto, nutre su armario: algunas de sus joyas son vintage. "El abrigo que no me quito es militar, de 1921. ¡Un abrigo de 1921 de tu talla es que tiene que ser tuyo!". Y luego está la capa española que en él adquiere enorme fuerza visual y que compró en El Rastro. "Ahora mismo está ocurriendo una cosa muy buena: la verdadera democratización, porque ya no hay tendencia. Va todo a tal velocidad que se solapa, así que todas las opciones son posibles. Una de las cosas buenas que ha tenido el sobre-exceso es que al final todo vale. Ahora se trata más de conocerte a ti mismo que lo que te puedan ofrecer".

Monjardín se cambia de ropa, camina descalzo, se enfunda un precioso kimono denim que encontró "en una tienda japonesa de la calle Barquillo", prepara té para el equipo..., todo con la naturalidad y fluidez pausada que él exige a la elegancia:"Ese effortless que dicen los británicos, que surja sin esfuerzo".

¿Y qué figuras masculinas crees que la representan?

Históricos: Maurice Ravel, Pablo Palazuelo, Gregory Peck, Yves Saint Laurent. Y más actuales, el artista Masao Yamamoto, el escritor noruego Knut Hamsun, y todos esos personajes anónimos con los que me cruzo a diario y que me inspiran. El perfecto retrato robot incluiría el tweed inglés, el relax francés, la solapa italiana, los trajes tradicionales de oriente y algo de la sobriedad española. Vivimos en una sociedad que sigue exigiendo más a la mujer que al hombre. Se da por supuesto que es la mujer la que se tiene que cuidar y el hombre no. A ella se le exige y para él es anecdótico.

Además de mobiliario de vanguardia de escuela con principios "la forma sigue a la función", hay detalles en esta casa que delatan a su dueño. Pegadas en la nevera, entradas antiguas para la galería Barbican de Londres, libros de David Hockney al lado de Historia del polo en España (Elma Caballero). Y un título muy curioso en otro tomo, que me recuerda al espíritu Monjardín no exhibicionista, anónimo, aire fresco que transita en Vespa y jersey de Margiela por las calles de Madrid: During the exhibition, the gallery will be closed (durante la exposición la galería permanecerá cerrada).

Aunque admite que compra mucho por Internet, tiene claro que nunca renunciaría a la parte humana. "Llego y me tomo un café con la persona de la tienda, luego compro o no compro pero hay un diálogo, hay un intercambio. En mis espacios favoritos (Lander Urquijo, Fernando de Cárcer, The Concrete, Mini, Sportivo, entre otros) no te venden, estás comprando una historia, una conversación, una experiencia. Creo que, en esta línea, la evolución de la moda masculina va a venir de la mano de la sostenibilidad, el compromiso con el qué y el cómo, un consumo responsable. Cada vez miramos más las etiquetas y de dónde vienen los materiales". ¿Una atrocidad estética que jamás perdonaría? "Los logotipos fuera de escala".

Su primera gran adquisición, sin embargo, no fue una compra sino un regalo: un cinturón de Prada que le regaló una prima suya. "Cuando aún estaba estudiando yo le hablaba de una tienda en la calle Goya y de la ilusión que me haría tener algo de ahí. Entonces un día, como gesto de agradecimiento a otro que creyó que tuve con ella, apareció con ese cinturón de Prada que todavía conservo".

A veces Pedro también pierde, pero de forma voluntaria. "Cuando tengo la necesidad de deshacerme de épocas anteriores llamo a familiares, amigos, que salen de casa con montañas que vuelan. Luego me arrepiento, digo yo no sé en qué momento he dado eso".

Ay, ese yo no sé. Ese je ne sais quoi... "La gracia del porte, el adorno de las habitaciones (...). Habla, anda, corre o vístete, y te diré quien eres".

En lo que dura un café

Conocer a tus ídolos o inspiración platónica: Después de alguna experiencia poco gratificante, inspiración platónica.

White tie o smart casual: Smart casual, ya hay mucha más libertad.

El estilo british del actor Eddie Redmayne (La chica danesa, La teoría del todo) o el francés del escritor Fredéric Beigbeder (13,99 euros): Me quedo con la sobriedad de Eddie Redmayne.

Roman Polanski o François Truffaut: La autenticidad de François Truffaut.

Hacer cola o desesperarse: Si hay que hacer cola, me voy.

Correspondencia o Whatsapp: Me temo que Whatsapp, ya ni me acuerdo de la última vez que envié una carta, ¡qué pena!

Cambiar de perfume o fidelidad eterna: Si me identifico con un aroma soy muy fiel.

Mapplerthorpe o Irving Penn: Difícil, pero quizá Mapplerthorpe por el personaje que supuso y lo que aportó a la fotografía.

Decir dónde te vas de vacaciones o desaparecer sin coordenadas: Improvisar siempre que puedo, tiene sus inconvenientes pero me permite cambiar de planes en el último momento.

Joyas en los hombres o minimalismo estricto: Tiendo a la sobriedad, soy más minimalista, pero me parece fantástico el concepto de joyería para hombre.

Escribir unas memorias o no reconocerse los méritos Escribir unas memorias una vez tengas conciencia de lo que has aportado, o lo que has podido aportar a la sociedad.

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