La otra pobreza. La clase media que se llevó la pandemia
Un sector de la clase media pasó a ser pobre durante la pandemia. No solo dejó de pagar por su salud y educación, sino que también afronta con dificultad su sustento diario. Y no es que necesariamente haya perdido su empleo, aunque sin duda se ha precarizado. Son trabajadores autónomos, independientes, pequeños comerciantes, trabajadores asalariados de pymes o cuentapropistas, informales o no, dedicados a las artesanías, a los servicios personales como peluquería, actividades deportivas, gastronomía. Se trata de unos dos millones de personas con su capacidad de generar ingresos disminuida o frenada por las sucesivas cuarentenas en una Argentina inflacionaria. Son argentinos que no saben si llegaron a la pobreza para quedarse o tienen chance de regresar a la vida que llevaban.
El fenómeno no es exclusivo de este país. Recorre la región. Según el Banco Mundial, en América Latina 4,7 millones de personas cayeron en una situación de vulnerabilidad. En la Argentina, la tasa de pobreza era de alrededor del 35,6% a fines del 2019, alcanzó el 42% a fines del año pasado y habría llegado en el primer semestre de este año al 43,5%. Más de 800.000 familias pasaron a integrar ese grupo que está entre la clase media y la pobreza. Llegan a reunir algo más que el equivalente a una canasta básica alimentaria calculada para una familia tipo (que según el Indec, en mayo fue de $ 64.445 mensuales). Pero no les alcanza.
"Hay otras diferencias entre los pobres estructurales, aquellos que llevan décadas y hasta generaciones siendo pobres, y los recién llegados, los que aún se sienten de clase media"
“La diferencia central entre estos nuevos segmentos pobres, clases medias bajas, con respecto a los pobres estructurales, es que estos últimos dependen mucho más de las actividades informales de trabajo por cuenta propia o son asalariados de muy baja remuneración. Y están más vinculados a los servicios públicos y los programas sociales. Los segmentos sociales de la clase media empobrecida, en cambio, están lejos de ser beneficiarios de los sistemas de protección social”, explica Agustín Salvia, sociólogo, director de investigación del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Hay otras diferencias entre los pobres estructurales, aquellos que llevan décadas y hasta generaciones siendo pobres, y los recién llegados, los que aún se sienten de clase media. Básicamente, éstos últimos no se resignan a perder o reducir su inversión en educación, salud, vivienda y ocio. “Se resisten a abandonar ciertos bienes simbólicos o capitales culturales simbólicos que los definen socialmente”, subraya Salvia.
Mara se separó en abril del 2020, unos meses antes de que comenzara la pandemia. Y cambió de empleo tras trabajar veinte años en una editorial. Hoy está con tres trabajos de manera independiente. Con ellos, más o menos mantiene sus anteriores ingresos. Pero está en negro, lo que le genera una especial intranquilidad. Abona las expensas cuando le llega la intimación de pago y los impuestos municipales no los está pagando. Es inquilina, y ahora está renegociando contrato. Está temerosa porque los alquileres subieron mucho tras la ley de alquileres. También le aumentó la cuota de la prepaga, porque tiene menos aportes, por lo que cambió el plan pero también se le complica pagarlo. Mara tiene una hija de 3 años que dejó de ir al jardín de infantes, un poco por la cuota y otro poco por la pandemia. Y con mucha dificultad contrata esporádicamente una niñera para que la ayude mientras ella trabaja. Dejó de comprar aquello que no es de primera necesidad.
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— Ingeborg Kristin Lothe Fri Jul 23 16:12:42 +0000 2021
Quizá Mara no haya caído aún en la pobreza. Pero ha empezado a transitar la experiencia de vivir al límite. Y la persigue, como a tantos, el fantasma más temido de la clase media argentina: la crisis del 2001.
"Según datos del Indec, hay casi medio millón de personas que eran asalariados no registrados y que trabajaban en pequeños comercios, que todavía no volvieron”, detalla el economista Jorge Colina"
“Los nuevos pobres en la Argentina pandémica son aquellas familias que tenían como generadores de ingresos en el hogar a trabajadores informales. Fundamentalmente, a pequeños comerciantes que no tenían altos ingresos pero si suficientes como para no ser pobres. Es gente que estaba en el límite y cuando vino el confinamiento, tuvo que cerrar su negocio, seguramente informal, y volverse a su casa. El único sustento pasó a ser el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) que les daban ocasionalmente, ya que a diferencia de los trabajadores registrados no podían acceder a los ATP (Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción) de forma mensual. Según datos del Indec, hay casi medio millón de personas que eran asalariados no registrados y que trabajaban en pequeños comercios, que todavía no volvieron”, detalla Jorge Colina, economista jefe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa).
Silvana trabaja de asistente personal y administrativa, es soltera y tiene un hijo de 5 años al que mantiene sola, ya que tiene tenencia compartida y no cobra ninguna cuota familiar. Con la nueva ley de alquileres, igual que Mara, tuvo que mudarse: le habían aumentado un 100% el valor mensual de su departamento. Ahora la historia vuelve a repetirse, ya que en dos meses sabe que se le disparará un 43 % el alquiler. Y anda buscando donde mudarse nuevamente. Además le bajaron el sueldo a la mitad y se lo congelaron hasta vaya a saber cuándo. No recibe ninguna asignación del Estado; admite que no le vendría nada mal, pero resulta que al ser monotributista y no estar en la categoría más baja, no hay chance de que reciba algo. Lucha por seguir siendo de clase media.
La realidad de Silvana es un ejemplo de cómo se ha deteriorado la vida de la clase media. Guillermo Oliveto, especialista en consumo y sociedad, afirma: “El año pasado lo que se apreció fue el deterioro hacia el interior de la clase media, no tanto una caída de la clase media a la clase baja. Además de haberse ampliado la brecha entre la clase media alta y la clase media baja: la primera ahora se ve unida a lo que es la lógica de la clase alta, aunque con otro poder adquisitivo; y la segunda, se ve a si misma como cada vez más cerca de transformarse en clase baja. En lo que va de este año, si bien todavía no están los datos, se están empezando a detectar evidencias que expresarían una movilidad social descendente de gente que está perdiendo anclaje en la clase media, entre ellos jóvenes que vivían solos y hoy no pueden pagar el alquiler y vuelven a vivir con sus padres. Familias que pasan a planes más bajos de la obra social. Gente que deja de usar el auto porque no puede pagar el combustible o directamente que lo vende”.
"Si observamos el fenómeno con mayor perspectiva, parte del deterioro de la clase media se viene produciendo desde hace diez años"
Javier era cafetero en la estación de trenes de Morón, aunque vivía en José C. Paz junto a su mujer y sus tres hijos. Las restricciones en la circulación hicieron que el trabajo cayera y tuviera que buscar otra forma de ganarse la vida. Así fue que comenzó a hacer tortillas de papas para vender en el barrio. Mientras el emprendimiento iba creciendo, y para achicar los gastos, dejó de pagar el alquiler y se mudó con su madre viuda. También sacó a los chicos de la escuela religiosa privada a la que los mandaba. Y aprovechó la ayuda del Estado, aceptando el IFE. La suerte estuvo de su lado: hoy consiguió volver a alquilar una casa propia en Pilar, continúa con la venta de tortillas y acaba de retomar en parte su viejo oficio, sumándole el despacho de café a su nuevo negocio callejero.
Si observamos el fenómeno con mayor perspectiva, parte del deterioro de la clase media se viene produciendo desde hace diez años, es decir, desde que la economía Argentina se encuentra estancada y con un altísimo nivel de inflación, que ha pulverizado el poder adquisitivo del salario. Pero la crisis sanitaria del coronavirus, sin duda, ha agravado en mucho la situación. A tal punto que muchos no han tenido otra alternativa que resignar o perder mucho de lo conquistado por sus padres y abuelos. Sin embargo, acaso por eso mismo, la mayoría no se resigna a perder ciertos bienes que asocian a su pertenencia de clase. “Se abrazan a la tecnología como si fuera un modo de no perder inclusión. Pero se trata de dispositivos tecnológicos que, cuando se rompen, no se pueden reemplazar porque sus costos quedaron fuera de alcance”, señala Oliveto.
El Estado hoy no se está ocupando de este sector medio de la sociedad que se siente desclasado. “El Gobierno está muy presente en la atención del 42% de la población que está por debajo de la línea de pobreza”, agrega Oliveto, y explica: “Hay pocas medidas para los ciudadanos de clase media baja. Tal vez algunos planes de los que estimulan el consumo o programas como los de precios cuidados, pero sinceramente lo que esta gente siente es que está sin demasiada contención. Tengamos en cuenta que si bien la clase baja superior, técnicamente, no es clase media, simbólicamente sí lo es. En la Argentina, entre el 75 y 80% de la población se ve a si misma como de clase media, por una cuestión de tradición cultural, origen de los padres, educación. Esa gente tiene aspiraciones de clase media, conflictos de clase media, valores de clase media, cree en el trabajo como su manera de progresar, y le es muy doloroso sentir que pierde esa condición. Tal vez el trabajo no es una condición sine qua non para eludir la pobreza, pero el desempleo sí es una condición para terminar cayendo en la pobreza”.
El impacto de la recesión en la Ciudad
Más porteños han caído a la condición de “no pobres vulnerables”
Donde más se registra la caída de la clase media en la pobreza durante la pandemia es en las ciudades. En el 2019, cuando el Covid parecía un tema muy lejano, en la ciudad de Buenos Aires el 50,7% de los porteños eran de clase media. Un año más tarde, esa cifra había descendido al 49,1%. Hoy representa el 44,8%.
Eso sin tener en cuenta que aún entre quienes pertenecen por ingresos a una clase media considerada “frágil” (hasta $96.994 mensuales por familia tipo, según estimaciones de la Ciudad), hay muchos que aspiran a conservar bienes de otros tiempos. En 2018, este sector representaba el 8,8% de los ciudadanos de la Capital; hoy son el 9%.
No obstante, según datos de la Dirección de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, es la categoría siguiente en la pirámide de ingresos, la de los “no pobres vulnerables” (perciben entre $63.289 y 75595) la que más ha crecido en este último año y medio. En el 2019, el 9,5% era vulnerable; actualmente representa el 11,1% de la población de la ciudad.
“A diferencia de otras crisis, en esta se pierde en todo, no sólo en lo económico. Y eso es lo que la vuelve inédita, imprevisible. El pasado sirve de poco. Las recetas que pueden buscarse allí son de dudoso efecto”, dice Guillermo Oliveto. Y agrega: “No se puede entender este año sin analizar 2020. Son un continuo. Hoy se está pagando el costo económico y emocional de un confinamiento que ya nadie puede dejar de reconocer que fue extensísimo”.
A la hora del análisis de los datos, hay que recordar que terminamos 2020 con la segunda peor caída del PBI argentino de la historia: 9,9%. En 2002, cuando fue la peor, la contracción fue del 10,9%.
La vicepresidente Cristina Kirchner desestimó estos indicadores sobre la disminución de la clase media porteña. Para hacerlo, publicó hace días en Twitter estadísiticas del Banco Mundial de 2012, según las cuales en la última década, “en la Argentina, la clase media aumentó de 9,3 millones a 18,6 millones”.