¿Quién manda aquí?
Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador
Es tal la felicidad que han mostrado los futuros ministros, y para qué decir los piérdete una (incluyendo a las derechas “social” y “evolucionada” y a la prensa aduladora), que es como para preguntarse si lo del anuncio con el Museo de Historia Natural detrás no fue más que un selfie colectivo. Byung-Chul Han, quien ha analizado esto de los selfies, diría: una “mera apariencia” en que los retratados “parecen máscaras” (de hecho, no muestran todo el rostro) y se exhiben “sin aura” por una pura vez (No-cosas, 2021). Y conste que a un excomunista lo que le impresionó de la euforia de los militantes de Apruebo Dignidad en redes sociales -le leí por ahí- fue la falta de razonamientos políticos, como si se tratara de fans prematuramente entusiastas. En cuanto a las diferencias con la foto del gabinete en azul y gris oscuro de Aylwin (el del arcoíris y “La Alegría Ya Viene”), en que tanto se ha insistido, las hay, pero perfectamente podrían deberse a que en treinta años la ropa de marca se ha vuelto colorinche, y está por verse si los retratados van a ser efectivamente defensores de “descamisados” y “sin casa”, no solo ministros y ministras sin corbata o con guaguas colgando.
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A menudo la clave detrás de una imagen es lo que no aparece en pantalla. En la del Cerro Castillo, el gran ausente es Pinochet. De ahí que cabe preguntarse si el poder, el duro y de veras, reside también esta vez en otro lugar (¿en la calle, Convención, o en el “sistema”?), cuidándose de no mostrarse todavía. El PC se inclina por ello. En efecto, los “independientes” no militantes, ¿qué tan autónomos son? (Izkia Siches, ex PC, no lo parece). Paralelamente, Mario Marcel tampoco se manifiesta como tan “moderado” si uno lo piensa. Dicho eufemismo sirve para disimular otras cualidades y funciones. Ni siquiera ser un socialdemócrata o reformista, sino hecho a la medida para cumplir un encargo aséptico, la de un hombre de Estado (al que no debe confundirse con un estadista), un tecnócrata instrumental a un aparato que aspira y reclama para sí varios monopolios, el de la fuerza, el fiscal (con que se financia), e incluso el normativo (prescindiendo de leyes, y bastando con meros decretos para gobernar).
Siendo realistas, concordemos que el Estado -en la mira y en disputa- es el único que puede poner condiciones, y exigir para sí un mando capaz de exceder al de autoridades elegidas, como también sobrepasar al Ejecutivo a cargo de la administración de Estado y con recursos gigantescos a su disposición. En ambos casos invocando el “rayado de la cancha” y “razones de Estado”. Todo ello sin otra razón y fuerza que las que exija para sí. De más está decirlo, pero aún no se inventa un aparato que capte dicha foto. Solo cabe esperar que la historia, sin censuras, registre el desenlace de esa tremenda pugna por verse.
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