Al menos seis de cada 10 prendas que se venden en el país se fabrican en talleres clandestinos
CORDOBA.- Al menos seis de cada diez prendas que se venden en la Argentina se confeccionan en talleres ilegales lo que permite que se vendan hasta 50% más barato que las hechas en el circuito informal. Desde la Cámara de la Industria de la Indumentaria señalan que entre 50% y 55% de los costos en el shopping son impuestos, ocupación (alquiler) y tarjetas de crédito; la confección representa entre 20% y 25%. La ropa producida en negro reduce todos esos ítems.
Desde la Cámara, la gerenta Alicia Her nández explica a LA NACION que –a diferencia de las fábricas de telas- la informalidad es "muy alta" en la producción de ropa: "Las modistas de los ’60 hoy trabajan para varias unidades productivas y, además, los inmigrantes bolivianos constituyen una fuerza laboral importante y calificada. Se desempeñan en talleres informales que después comercializan en áreas identificadas como Avellaneda y Flores en la Ciudad de Buenos Aires; en la feria de La Salada (su creador, Jorge Castillo, está preso acusado de ser el jefe de una asociación ilícita) y en las ‘saladitas’ del interior del país".
Las "saladitas" son un formato que en los últimos años se extendió por todo el país; según relevamientos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came) representan cerca de la mitad del comercio en las provincias. Hernández apunta que, en determinadas épocas, en esos mercados hay mercadería de contrabando pero que, en general, se aprovisionan de indumentaria en el circuito informal. "Los sectores de menos recursos son los que compran allí y, en determinados rubros, como la ropa deportiva, también las franjas medias", agrega.
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Los fabricantes de ropa enfatizan que producir en la informalidad reduce fuertemente los costos ya que los limita a los tejidos (más económicos porque no usan puro algodón), a una mano de obra más barata y, además, usan menos diseño. "Es como si produjeran en China o en Bangladesh", grafican. La Cámara estima que la mano de obra no formal duplica a la que tiene vínculo laboral en blanco: 100.000 frente a 50.000 registrados.
Desde la Fundación Protejer, su presidente, Yeal Kim, cree incluso que el 60% es un número "conservador; históricamente el porcentaje de confección en negro es muy alto y puede que con la crisis, crezca". Advierte que ese nivel de informalidad es "imposible" en la confección de telas. "En la compra de insumos los talleres clandestinos no hacen la diferencia; la clave está en la mano de obra que –si se formaliza- duplica el costo. Claramente es competencia desleal y preocupa mucho al sector", lamenta.
Más impacto que la importación
El tipo de cambio atrasado fue determinante para que entre 2016 y marzo del año pasado las importaciones de prendas se dispararan. En 2016 ingresó ropa por US$430 millones por aduana y la Cámara estima que las compras de argentinos en el exterior cuadruplicaron ese valor. "El mayor impacto en la industria lo vimos en 2017, donde fue muy complejo vender porque tanto los consumidores finales como las fábricas se habían equipado –sostiene Hernández-. El año pasado la devaluación llegó cuando el verano 2018/2019 ya estaba comprado por las empresas".
En las operaciones de importación se paga 30% de seña al hacer la operación y el restante 70% se cancela cuando el pedido se embarca en origen. Para no perder lo ya entregado, las empresas cumplieron lo pactado y la ropa entró en junio. Según la Cámara, del total de prendas que se vende en shoppings y negocios de marca, entre 10% y 15% es la media que se trae de afuera; con el dólar a $20 ese valor trepó hasta 25%.
En enero último cayó 31% interanual el valor importado de prendas, pero respecto de diciembre subió 60%. El 58% ingresó desde China.
Las principales 20 importadoras acumularon 73% del valor total ingresado (una decena sumó 57%) lo que profundiza la tendencia a la concentración ya que el promedio para ese número de compañías rondaba 52% y 36%, respectivamente. Zara y Falabella fueron las que más ingresaron, US$ 7,8 millones y US$2,6 millones, respectivamente. De todas formas, ambas trajeron menos ropa que un año atrás.
Hernández advierte que, a diferencia de las grandes marcas globales, en la Argentina no hay empresas locales que tengan plantas de producción en China, Camboya, India o Bangladesh: "Compran y traen; no producen. Argentina no tiene volumen para hacerlo; es básicamente mercado interno y algo de exportación a Latinoamérica". En 2018 las ventas afuera sumaron US$21,3 millones a valor FOB, lo que implica una baja de 34% interanual.
En lo que hace a precios de venta al público, los fabricantes locales aseguran que importar no implica grandes diferencias. La clave –dicen- es poder contar con productos o tejidos "diferentes". Hernández y Kim enfatizan que es la caída del poder adquisitivo lo que más golpea al sector; la clave para revitalizar la industria es recuperar consumo.
Para Kim es prioridad corregir la ley de domicilio de trabajo que data de los ’60 y que es un incentivo a los talleres informales. En una reunión de hace unas semanas con el ministro de Producción, Dante Sica, les dijo los industriales que el Gobierno buscará avanzar en la derogación de ese régimen de trabajo y reemplazarlo por las pautas generales de la Ley de Contrato de Trabajo y de cada convenio colectivo del rubro.