El Telégrafo - Ropa usada, la opción asequible para estar a la moda
¿La moda incomoda? En la actualidad vestir las últimas tendencias o renovar el guardarropa resulta una misión imposible para hombres y mujeres. Una de las razones es el precio de la ropa, que no siempre está al alcance de la economía de los clientes.
En 2016, la revista Vanity Fair publicó el índice Zara, una lista en la que se comparó el preciode esta ropa en varios países del mundo. Para la valoración se tomó como referencia un vestido largo de terciopelo. Mientras que en España, sede de la marca, ese atuendo se vendía en 35,95 euros ($40,04), en Ecuador su precio era de $ 89. En el periodo en el que se publicó el ranking, en el país regía una alta imposición tarifaria para algunos artículos importados (sobretasas), pero esta cambió en abril de 2017, cuando la salvaguardia para la ropa y el calzado bajó del 15 al 10%. Ese mismo año, Etafashion, Deprati y RM aumentaron sus ventas. Entre las cuatro facturaron $ 427,6 millones. Pero la reducción de las sobretasas tributarias no es suficiente para que las prendas importadas sean asequibles, indica Juan Fernando Salgado, gerente general de la cadena de tiendasde ropa de segunda mano, Amigui. El mentor del negocio de vestimenta usada comenta con asombro que no es posible que, en un centro comercial, una camisa de una marca reconocida cueste $ 180. “Yo, al igual que muchas personas, no pagaría ese valor”.
Sin embargo -cuenta el gerente- por un tema aspiracional la gente busca vestir una prenda de marca, pero por un valor mucho menor. Para ellos la opción son las tiendas de segunda mano.
El negocio de Salgado, quien trabaja con dos socios, nació en Quito en 2009 y cuenta con ocho tiendas y dos centros de acopio. En estos últimos, la gente -previa cita- vende la ropa y los zapatos que ya no usa y ocupan espacio en sus armarios.
Para que Amigui acceda a la compra, las prendas debencumplir con ciertos parámetros: no tener manchas ni agujeros. Tampoco se adquiere ropa que esté descolorida o que no cuente con todos los botones o cierres.
Valeria Aguilar, jefe de compras, es la encargada de realizar el control de calidad.
Ella revisa con minuciosidad una por una las prendas que llegan hasta el centro de acopio.
El precio que Amigui paga por la ropa que adquiere se fija a través de un software implementado hace dos años.
Uno de los indicadores que dicta el valor es la marca. La demanda de este tipo de vestimenta es alta.
Carolina Pillajo, joven universitaria que se volvió clientede estas tiendas hace dos años, conoce que todos los lunes y jueves llega ropa “nueva” a los locales.
La mujer, de 22 años, asegura que no tiene ningún inconveniente en vestirse con un Chanel o un Dior usado.
Salgado detalla que la vestimenta que su empresa compra no recibe un tratamiento previo a la venta en los locales. Los proveedores son quienes llevan la ropa en perfectas condiciones. El único arreglo que se le da, a ciertas prendas, es el planchado.
En cuanto al riesgo de usar vestimenta de segunda mano, eldermatólogo Ezequiel Salvador sostiene que no conoce de casos de contagio por usar este tipo de prendas sin lavar.
“Hay una fantasía que tiene que ver con el ‘ve a saber de dónde viene’, pero son fantasías paranoicas”.
Para que una bacteria o virus viva en una prenda tiene que ser muy poderosa y es casi imposible que pase, agrega el especialista.
La corriente de darle una “segunda oportunidad” a las prendas también está en Guayaquil.
Gloría Mejía, fashion blogger del portal The Trendy Machine, explica que la tendencia busca una responsabilidad ambiental y por ello parte del reciclaje incluye adquirir prendas de temporadas pasadas. Esa es una de las propuestas del slow fashion.
La idea es crear una moda independiente y atemporal, que dure más y trascienda.
Pillajo no solo es cliente de Amigui. También visita otras tiendas de este tipo localizadas en el Centro Histórico y desde enero interactúa en tres grupos de Facebook en los que los usuarios compran y venden (sin intermediarios) ropa, zapatos y accesorios de segunda mano.
El objetivo de estos espacios, según Larissa Villavicencio, de la tienda web Compra mi clóset, es romper los tabúes de que la ropa de segunda mano es fea o dañada. Para ella esta opción es beneficiosa para ambas partes. El vendedor obtiene una ganancia por una prenda que “únicamente ocupaba espacio en su armario” y el comprador adquiere vestimenta de su agrado a un menor precio.
En el país, datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos (2012) indican que el 7,90 % del gasto de los hogares ecuatorianos es destinado a la adquisición de prendas de vestir y zapatos.
Para la diseñadora de ropa Marina Olivo, la próxima “gran moda de la moda” será el mercado de segunda mano o reventa, lo que en inglés se conoce como resale.
ThredUP, uno de los principales portales online de moda de segunda mano, presentó un estudio de análisis de la situación global de este sector y sus planes de futuro.
A escala mundial, el mercado del resale mueve más de $ 20.000 millones y la proyección para 2022 es que se multiplique por dos, superando los $ 40.000 millones.
Según el estudio, el negocio del resale crece 24 veces más rápido que el de los comercios tradicionales. Entre 2017 y 2018 aumentó un 49%, frente al 2% del resto de sistemas de ventas.
Olivo explica que la clave está en los millennials porque ellos le dieron un giro de 360 grados a la forma decomprar: un 40% de estos consumidores de moda de entre 18 y 24 compró algún producto de resale en 2017.
En su libro Clothing Poverty, Andrew Brooks, profesor de Estudios de Desarrollo del King’s College de Londres revela que en EE.UU. la mayoría de la ropa que la gente dona termina en América Latina. Esto a pesar de que en cuatro países de la región, incluido Ecuador, esta importación no es permitida.
El art. 99 del Código de la Producción dicta que el reembarque será obligatorio para la mercancía prohibida, excepto la ropa. Esta será donada al Ministerio de Inclusión Económica y Social. (I)