Adriana Iglesias, la firma que viste de seda a Hollywood: "En España valoramos las cosas cuando triunfan fuera"
Hablar con Adriana Iglesias (Asturias, 1972) pone a una como el primer café de la mañana. Espabila. Porque es un torbellino de historias que evolucionan a velocidad de vértigo. Se considera una "intrusa de la moda" porque ella, a diferencia de otros rostros de la industria, estudió ingeniería de telecomunicaciones (lo hizo porque era buena estudiante y por aquel entonces entendía que debía dedicarse a ello). "Una profesora me advirtió: 'te vas a embrutecer con tanto chico alrededor", recuerda en una conversación por videollamada.
Lejos de embrutecerse, Adriana se sumergió en el inmarchitable mundo de las sedas hasta acabar emprendiendo una firma, con los kimonos y vestidos como seña de identidad, por la que han caído 'prendadas' celebrities internacionales como Lady Gaga, Jane Fonda o Irina Shaik. De Valencia al cielo (de las estrellas).
Estudió 'teleco' y se metió en el mundo de la empresa. Ocupó altos puestos en una firma del Ibex, con la que se embolsó generosos sueldos y con la que pudo viajar por prácticamente todo el mundo. Pero sentía que, más allá de los bolsillos, el trabajo no le llenaba. "¿Cómo le podía decir a mis hijas que pusieran pasión en lo suyo si yo misma no lo hacía?", fue la pregunta que se hizo por aquel entonces. Con esta reflexión, y con un divorcio de por medio, Adriana hizo las maletas para marcharse con sus dos hijas a Valencia.
PREGUNTA. Como en todas las decisiones radicales, hay alguien que levanta la mano y se queja. ¿Tuvo que soportar algún reproche?
RESPUESTA. Mi padre, que no entendió este giro, estuvo dos años sin hablar del tema. Fue una decisión tan arriesgada como (ahora que lo pienso) casi irresponsable. Pensé si tenía derecho a hacerlo teniendo a cargo dos hijas.
Fue allí donde instaló su primer taller para volcarse en la seda, un tejido que le inspiró desde niña. Ella, que era una ávida consumidora de revistas de moda, nunca entendió por qué, en su momento, eran hombres los diseñadores que vestían o dictaban cómo debía vestir una mujer, sin entender las exigencias que impone la rutina: "Veía un estilo encorsetado, marcado, exuberante y eso no se correspondía con el día a día".
Eso por un lado. Por otro, nunca comprendió el coste de determinadas marcas de lujo: "Entiendo que cuando la gente compra una marca es porque quiere participar del universo que le propone, quiere hacerte sentir Natalie Portman en helicóptero. Pero el precio no se justifica".
Con estos dos pensamientos y su fascinación por las sedas, Adriana confeccionó su primera colección cápsula, con la que tuvo el éxito suficiente entre su círculo íntimo como para atreverse a dar el salto definitivo. Preparó su primera colección, cogió su coche, se dirigió a Montecarlo ("quería un sitio donde el dinero no fuese un problema") y vendió todas sus prendas. Con lo que ganó se dirigió a la ciudad italiana de Como a comprar telas sobre las que trabajar. Restos de colecciones, para ser exactos, porque por aquel entonces el dinero no le daba para mucho más.
A día de hoy sus prendas triunfan al otro lado del Atlántico, y su empresa supera el millón de euros en facturación.
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— Ementes Technologies Tue Jun 30 13:48:07 +0000 2020
FETICHISMO POR LA SEDA
Adriana es de las que piensan que cuando una mona se viste de seda, se convierte en reina.
P. ¿De dónde viene esta obsesión?
R. Ya desde pequeña me ponía las camisas de pijama de seda de mi abuelo para salir a la calle. Las combinaba con unos vaqueros. Es un placer ponértela, es 100% natural, resbala, es suave. Cae al cuerpo y se adapta todos, es elegante, ensalza y al sentirla me noto empoderada.
Y aquí reflexiona sobre la "feminidad". Para ella, el concepto no está relacionado con la exuberancia, como algunos se empeñan en dictar, sino en sentirse bien con una misma. Porque cuando una lo consigue "brilla y apetece estar con ella". Y la seda, en este sentido, lo hace posible.
Sus prendas son una concesión al hedonismo y, sobre todo, a la elegancia. Una sucesión de kimonos, vestidos, camisas y pantalones lisos y estampados, fluidos, suaves, colocados sobre modelos en lugares de mar y señorío, que invitan a soñar lejos con la imaginación. O, por lo menos, a un apacible atardecer en un balcón con brisa frente al Mediterráneo. Con 'Perduto', de Ornella Vanoni, sonando de fondo, como le gusta escuchar por las noches mientras trabaja con sus telas.
No es casual que celebrities como Hailey Bieber, Vanessa Hudgens, Alessandra Ambrosio o, aquí en España, Isabel Preysler, hayan escogido sus modelos para lucir en alguna de sus escapadas. Pero no se dejen engañar. El hecho de que un personaje público de esta talla se deje fotografiar con una de las prendas, no garantiza el éxito. "He visto marcas que han llevado y que ahora no existen", cuenta.
Efectivamente. Llegar a una artista hoy en día puede ser relativamente fácil gracias al trabajo de las agencias, que se dejan las horas y el alma en promocionar las marcas que representan. Pero no basta: "No puedo trabajar más, hay noches en las que me acuesto a las 4 de la mañana para levantarme a las 7 porque los horarios en Estados Unidos son distintos". ¿Y cómo se aguanta? Explica que es como quien corre un maratón, que le sobreviene un subidón y una satisfacción posterior después del esfuerzo.
La tranquilidad y calma que desprenden sus colecciones está lejos de la ajetreada vida que arrastra, y no se sabe si es ella quien busca la aventura o al revés. Estudió la carrera de piano, también toca -regular, confiesa- el chelo, cursó ballet, sus trayectos en carretera le han dejado tirada más de una vez con el coche en mitad de la nada, logró contactar con la mismísima Ana Patricia Botín, ha hecho migas con la actriz Elizabeth Gillies, se quedó al borde de la ruina... Un historial al borde del ataque del que, a duras penas, logra desconectar con Chopin al piano o un paseo por el mar.
ÉXITO INTERNACIONAL, MODESTIA NACIONAL
Adriana Iglesias ha encontrado su principal nicho en Estados Unidos. Allí exporta casi un 70% de su colección. Es un mercado difícil de entrar, explica, pero son responsables con los compromisos y los pagos. No como en Dubai, donde también probó suerte, pero sin éxito, por la inestabilidad política y su inexperiencia con el regateo.
¿Por qué se valora más fuera este producto? "En España, en general, tendemos a poner en alza las cosas una vez se han valorado fuera", lamenta, como otros tantos diseñadores y emprendedores que echan en falta un poquito de cariño en casa. Como la seda de noche.
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