La cantautora Aurora Beltrán, alma mater del grupo Tahúres Zurdos, conserva un camisón de su madre, que murió en 2005: «Me lo he puesto muy escasas veces, lo guardo con todo el amor del mundo porque mantiene su esencia. Aunque estaba limpio y guardado en su cajón, lo cogí, lo olí y estaba ella. También tengo unos guantes de piel que le regalé y esos sí que los uso en invierno constantemente, de hecho, nunca los saco de mi bolso, aunque no me los ponga. Son negros, con un adorno de metal dorado en las muñecas. Su ADN permanece intacto ahí, es como si ella me cogiera con sus manos. Y también, un collar de granates que uso bastante. De mi padre no tengo nada, murió cuando yo tenía 19 años y ahora tengo 56. Solo sus fotos de cuando eran jóvenes, que están juntas; hice una especie de altar donde les pongo velitas casi a diario».
Arropados. Así es como nos hacen sentir esas prendas heredadas de los nuestros y que forman parte de lo que el diseñador español Roberto Verino ha dado en llamar los 'armarios emocionales', una idea que a todos nos toca la fibra sensible por la implicación sentimental que conlleva y que, además, ahonda en un concepto nada en boga en estos momentos de consumo desaforado, de roperos repletos de camisetas a 2 euros y jerseys llenos de bolas a la primera lavada. Aunque cada vez tomemos más conciencia de que resulta imprescindible virar hacia la moda sostenible. Y eso que el camino más directo para conseguirlo es precisamente el no comprar ropa.
Quien más quien menos atesora prendas con este valor añadido. Verino también: «En mi armario guardo muchas que tienen un valor emocional para mí y que espero que pasen a la siguiente generación. Algunas pertenecen a colecciones significativas o momentos importantes de mi carrera profesional, como ciertas chaquetas que me puse en determinados desfiles o aperturas de tiendas. Pero también tengo otras que son de mi padre y que guardo con mucho cariño, en especial una chaqueta de lana de cuadros marrones que me pongo en invierno cuando voy a los viñedos. Me gusta mucho pasear por las tierras con ella porque es muy caliente y me acerca a mi padre. Me ayuda a pensar qué haría él en ciertas ocasiones, sobre todo cuando necesito tomar decisiones importantes».
– El hecho de que podamos seguir usando prendas de nuestros padres y abuelos se sustenta en el hecho de que estas estaban confeccionadas con materiales asombrosamente duraderos para lo que se ve hoy día, ¿no?
– Efectivamente, la durabilidad de una prenda tiene que ver con dos factores, los materiales que se utilizan y la calidad de la confección. Cómo estén confeccionadas las prendas es primordial para que aguanten el uso, y para eso los oficios de moda son claves porque acumulan la experiencia y el saber hacer de muchas generaciones. Este tipo de confección todavía se hace, pero somos pocas las marcas que lo defendemos.
– La pana de antes nada tiene que ver con la de ahora, o el ante... ¿Por qué estos materiales son ahora tan poco duraderos en comparación con aquellos?
– Es un tema de coste. Estos tejidos de los que hablas todavía existen, incluso mejores. Pero ahora se hacen versiones mucho más económicas, ya que el consumidor se ha acostumbrado a pagar menos y cambiar mucho. Al imponerse la tendencia, el consumidor cambia a menudo de prendas y por eso no quiere pagar precios altos, aunque el coste resulta mayor porque las prendas duran mucho menos.
La camisa 'grunge' de Alfaro
Otro ejemplo. El músico albaceteño Fernando Alfaro (Chucho, Surfin' Bichos) también tiene su 'armario emocional': «Cuando era jovencillo me gustaba usar ropa 'vintage' de mi abuelo y también de mi padre. Concretamente de mi padre todavía conservo una camisa de franela de cuadros blancos y negros y un toque de azul, súper chula. ¡Y además abriga! Me la ponía ya en época post-punk, y sobre todo cuando vino la moda 'grunge'».
Pero al margen de camisas, vestidos, abrigos familiares que guardamos como un tesoro y que alguna vez nuestros padres y abuelos tuvieron que comprar, nosotros también podemos adquirir ropa que nos trascienda. Verino apuesta por ciertas prendas y tejidos con los que no nos equivocaremos: «En mi opinión, un armario siempre debe tener un traje completo, un 'blazer' que se pueda combinar tanto con prendas más formales como con sport y un buen abrigo para el invierno y su versión tipo 'trench' para entretiempo. Los materiales, naturales o de nueva generación, siempre y cuando permitan ser reciclados». En su última colección, el diseñador apuesta por el esencialismo: «Siluetas elegantes de corte sencillo y atemporal destinadas a durar toda una vida en nuestro armario. La colección, que se reparte en varios momentos de la temporada, se inicia en primavera con prendas en blancos, negros y grises, para ir añadiendo gotas de color azules cielo, amarillos... y conforme nos acercamos al verano, estampados grandes en color».
Superstición
Paula Ramírez, subdirectora del Museo del Traje, considera que nuestro armario «va más allá de lo funcional, es emotivo, y está cargado de superstición. Cuando me pongo prendas de mi abuela o que son icónicas para mí, me siento reafirmada y de alguna manera arropada. Son piezas que se atesoran porque recuerdan momentos importantes de tu vida».
Y el siguiente paso es precisamente conseguir que esas prendas que adquirimos con vocación de permanencia, formen algún día parte del armario de nuestros hijos, nietos, sobrinos... A Verino le gustaría que sus nietos heredasen una americana que se puso en su primer desfile: «Es una confeccionada en el taller de Verín por mujeres del pueblo que unos años atrás no sabían coser y que después de mucho esfuerzo y determinación se convirtieron en magníficas manos, en personas de oficio. Ese día, esa americana significaba la materialización de un proyecto y el inicio del despegue de la marca. Espero que mis nietos la lleven sabiendo que detrás de esa prenda está el trabajo de su abuelo, el esfuerzo de muchas personas más detrás y el deseo de crear riqueza en Verín, para que las personas de mi pueblo no se tuviesen que ir a trabajar fuera».
Una apuesta decidida por la 'ropa vieja'
Parece un hecho que muchos diseñadores están apostando firmemente por una moda sostenible, y para ello refuerzan la idea de que la ropa tiene que durarnos, en contra de lo efímeras que parecen ser siempre las propuestas de las pasarelas, con escaparates que llegan a cambiar completamente de un año para otro. El propio Verino destaca que fue sobre todo en los años 90 y los 2000 cuando la moda se convirtió en «consumo desenfrenado». «De ahí surgió entonces la 'necesidad' de crear tendencias constantemente para abastecer a un consumidor hambriento de novedad. Pero no siempre fue así, las modas cambiaban con los ciclos socioeconómicos y culturales, no con el mercado. En nuestra empresa nunca hemos creído en ese modelo y siempre hemos defendido las prendas clásicas de fondo de armario. Ahora la vida nos pide pausa y tanto las marcas como el consumidor lo han entendido».
En febrero del año pasado, el modisto Adolfo Domínguez lanzaba una campaña con el paradójico título –para ser una marca de moda– de 'Ropa Vieja'. Explicaban así el concepto: «¿Cuánto dura una temporada? ¿Quién dijo que lo nuevo era mejor? ¿Que repetir es de mal gusto? ¿Qué tiene de malo la ropa vieja? Hay prendas con 30 años que parecen nuevas y otras que son del mes pasado y ya parecen de otra época. Si sigue funcionando, sigue poniéndotelo. Si algo te gusta, repite. Si algo te encanta, no dejes de usarlo. Enamórate tanto de lo que entre en tu armario que no lo dejes marchar nunca. Piensa más. Necesita menos. Compra ropa hoy que quieras usar mañana. Compra ropa que dure más que las modas».
Y pidió Domínguez a alguno de sus clientes más fieles que le prestaran para esta campaña algunas de las prendas que adquirieron en su tienda hace 20, 30, 40 años. La modelo Luca Gajdus confiesa que puede tener hasta 10 pares de vaqueros, pero solo se pone dos: «Me pongo lo mismo una y otra vez hasta que se hace pedazos», asegura. Entre los clientes participantes de la campaña figura Willy García- Calvo, que presume de un traje de cuatro décadas. Y la actriz Benedicta Sánchez, de 84 años, Goya a la actriz revelación en 2020 por su papel en 'Lo que arde', que hace gala de un vestido comprado en 2004 y que aún sigue poniéndose.
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